Dado que la esperanza de vida hace un siglo era de 40-50 años, muchas mujeres simplemente no llegaban a la edad de la menopausia, o si lo hacían, su tiempo de vida posterior era muy limitado. No era por tanto, una «etapa de vida» prolongada para la mayoría de nosotras.
Enfoque «Age Management Medicine» para la perimenopausia-menopausia y la Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH)
La edad promedio de la menopausia natural se ha mantenido relativamente estable a lo largo de la historia, situándose en torno a los 51 años (con un rango entre 45 y 55 años). Ésto hace que actualmente, con una esperanza de vida de 85-86 años, una mujer promedio puede esperar vivir aproximadamente 34 a 35 años en la etapa postmenopáusica (es decir casi ⅓ de su vida). El objetivo de la medicina para longevidad saludable o AMM, es alcanzar esa etapa en el mejor estado posible (físico, mental y psicoemocional) y apoyarnos en recursos terapéuticos que nos posibiliten prolongar nuestra esperanza de vida y más importante aún, nuestra calidad de vida (healthspan), una vez que nuestra biología decida que nuestro período de vida fértil ha cesado (recuerda que ello no implica que tu vida cese, somos mucho más y tenemos múltiples dimensiones más allá de la maternidad a las que podemos brindar más espacio en esta etapa).
Si los seres humanos fuésemos un libro, el cierre de la vida fértil en la mujer, supondría finalizar un capítulo (bonito, único, complejo, especial etc) para empezar otro (lleno de posibilidades y diferente al resto).
Por ello, conocer los cambios fisiológicos que dicha transición supone y optimizar nuestro contexto metabólico, inmunológico, osteomuscular etc para este capítulo es de gran trascendencia. ¿Cuándo empezar? ¡Cuánto antes! Por ejemplo, ya que el pico de masa ósea en la mujer se alcanza entre los 20 y los 30 años si queremos prevenir riesgo de osteoporosis y fracturas tras la menopausia etc lo ideal sería implementar medidas destinadas a ello en esa década e incluso antes (aunque pasados los 30 años estas medidas también cobran gran relevancia, no te desanimes si ya dejaste atrás los 30). Si rizamos el rizo y puesto que sabemos que desde la vida intrauterina se dejan improntas y huellas en nuestra fisiología (no toda la herencia que recibimos de nuestros progenitores es económica), optimizar el contexto de salud en la etapa prenatal implica mejoras en la programación epigenética del futuro bebé, que hará que el futuro/a hijo/a tenga una vida más sana.
Pensamos mucho en tener un “colchón económico” para la jubilación a nivel financiero, pero ¿y a nivel “de salud y calidad de vida”? Precisamos hacer inversiones rentables en salud (actividad física, descanso nocturno, composición corporal óptima etc) a lo largo de los años previos a nuestra senectud, para alcanzar la menopausia con el equivalente a “una cantidad importante de ahorros e inversiones” que nos posibiliten amortiguar mejor esa “época de recesión” que supondrá esta etapa (aunque realmente, es una fase que implícitamente supone madurez, sabiduría etc, debemos tener presente que no estamos genéticamente diseñados para esperanzas de vida tan prolongadas como la que estamos alcanzando, por ello a partir de cierta edad acontecen cambios a nivel neuroinmunoendocrino que precisan de prevención, atención y “mantenimiento” tanto a nivel físico como mental y emocional. Si no lo hacemos viviremos más pero cada vez peor, con más enfermedades y dependencia.
La Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH), Tratamiento Hormonal Sustitutivo (THS) o Terapia Hormonal para la Menopausia (THM), puede ser un factor clave (a veces necesario aunque no suficiente) para mejorar la calidad de vida en la transición a la menopausia (perimenopausia/climaterio) y para contrarrestar los efectos derivados de los cambios a nivel hormonal.
La FIGO (Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia), apoya la medicina preventiva (age management medicine) y el uso adecuado de la terapia hormonal sustitutiva (THS/TRH), ya que tienen el potencial de aumentar la esperanza de vida sin discapacidad en las mujeres menopáusicas.
Declara asimismo que el tipo y la duración de la terapia hormonal sustitutiva (TSH) debe personalizarse según los antecedentes de la paciente, su edad cronológica y menopáusica, sus características físicas y su estado de salud actual, para que los beneficios siempre superen los riesgos.
Para obtener los máximos beneficios, la Terapia Hormonal para la Menopausia (THM), debe iniciarse lo antes posible tras la aparición de los síntomas de la menopausia y continuarse mientras la relación riesgo-beneficio sea favorable. Teniendo ésto presente se ha observado que la mortalidad general en usuarias de estrógeno-progestágeno disminuye.
Establece que los profesionales de la salud pueden, y deben, proteger la salud y la vida de las mujeres de mediana edad concientizando sobre los síntomas de la menopausia, brindando opciones de atención médica, como la terapia hormonal para la menopausia (THM), y promoviendo cambios saludables en el estilo de vida. Puntualiza que las modificaciones realizadas antes o durante la transición menopáusica tienen el mayor impacto, incluso a una edad más avanzada.
La disminución de los niveles de muchas de nuestras hormonas a lo largo de la vida está vinculado con el proceso de envejecimiento o senescencia, es por ello que la valoración individualizada de sus niveles, así como la evaluación de si se precisa una TRH y la seguridad de la misma en un contexto dado, junto con otras medidas de estilo de vida (imprescindibles) que optimizan su síntesis endógena, supone una mejora en biomarcadores de salud y edad biológica, corporal etc, así como un retraso en la pérdida funcional y el decaimiento general asociado al paso del tiempo.
Conviene tener presente que por ejemplo los síntomas vasomotores vinculados a la menopausia como los sofocos, tienen una gran significancia a nivel de salud cardiovascular y ósea, por ello evaluar el contexto global de la paciente (desde un enfoque de medicina funcional/psiconeuroinmunología) y adoptar las medidas precisas y necesarias (no sólo a nivel de TRH) puede marcar la diferencia en su riesgo cardiovascular actual y futuro. La visión de los sofocos como un síntoma normal que hay que “sobrellevar” es reduccionista y obsoleta e implica no implementar estrategias que posibiliten disminuir/evitar patologías futuras (eventos cardiovasculares, fracturas etc).
Otros síntomas y signos como falta de energía, sequedad vaginal, dolor con las relaciones sexuales (dispareunia), infecciones urinarias de repetición, pérdida de elasticidad y tersura de la piel, machas cutáneas, dificultad para perder peso pese a tener buenos hábitos alimenticios y practicar actividad física, alteraciones en el descanso nocturno/insomnio, baja líbido, alteraciones en niveles de colesterol, signos analíticos de prediabetes etc, también guardan relación con el contexto psiconeuroinmunoendocrino del paciente y son susceptibles de exacerbarse en la perimenopausia y menopausia.
En consulta, la doctora trabaja tanto con presentaciones habituales como con formulación magistral de hormonas bioidénticas. Ésto posibilita hacer un “traje a medida” para cada paciente, en el que los diferentes pilares del tratamiento (actividad física, nutracéuticos, suplementación, TRH etc), representan una pieza de dicha prenda que habrá que coser y unificar con tiempo y mimo.