La edad cronológica, corresponde con los años transcurridos desde el día de nuestro nacimiento, está por tanto determinada por el paso del tiempo.

La edad biológica, sería como un “indicador del desgaste” acumulado en nuestro cuerpo. Refleja el estado de salud y funcionamiento de tus células y por ende de todo tu organismo y está principalmente determinada por factores externos como el estilo de vida, la alimentación, nivel de distrés o la calidad del sueño.

Haciendo una analogía con el mundo de la moda, dos vestidos confeccionados y estrenados al mismo tiempo, tendrían la misma edad cronológica, pero su edad biológica vendría determinada por el cuidado que se tenga en su limpieza y almacenaje, así como en la puesta de los mismos. Es decir, su estado y aspecto (edad biológica) transcurridos unos años desde la primera puesta (edad cronológica), será diferente entre el vestido que ha sido cuidado con minuciosidad y aquel que no ha sido tratado con tanto mimo.
Si bien es cierto que la genética desempeña un rol en la edad biológica (aproximadamente un 30%), debemos tener muy presente que ésta no determina sino que predispone y que salvo en pocas excepciones, será realmente la epigenética (es decir, la expresión de nuestros genes en función del contexto al que se encuentran expuestos), la que en mayor medida influya en la edad biológica de nuestras células.

Siguiendo con la analogía del vestido, la genética vendría a representar las características/cualidades del material con el que está confeccionado y la epigenética la exposición de dicho material a productos de limpieza, luz solar, polución etc. Además, dependiendo de los acabados de la tela con los que esté diseñado nuestro vestido (nuestra individualidad), deberemos ser más cuidadosos con el planchado, lavado o almacenaje del mismo, así como prestar más atención a ciertos aspectos (quizás nuestro tejido resista muy bien el lavado a máquina pero no la exposición a lejía, mientras que para el vestido de otra persona la lejía no suponga un problema).
La diferencia entre la edad cronológica, es decir, aquella que se mide en años desde que nacemos, y la edad biológica, varía mucho de unas personas a otras. La realidad es que no todos envejecemos al mismo ritmo aunque soplemos el mismo número de velas, algunos tendrán una edad biológica mayor que la cronológica y viceversa.
«Lo único que tenemos es tiempo y salud para disfrutarlo.
Sobre el primero no ejercemos control, sobre la segunda, sí.»

Ésto es lo que explicaría por qué personas con “la misma edad” presentan diferencias en cuanto a su estado de salud, aspecto e incluso conducta y mentalidad. Las personas con menos edad biológica respecto a la cronológica, presentan un menor riesgo de mortalidad así como de padecer enfermedades relacionadas con la edad.

Conocer tu edad biológica es importante porque posibilita conocer qué “partes de tu vestido” están más desgastadas y/o necesitan un cuidado extra, así como aprender a leer la etiqueta respecto a los cuidados que realmente precisa para mantenerse casi “como nuevo” o al menos en las mejores condiciones y evitar aquellas otras rutinas que estén acelerando su deterioro.
Somos conscientes de que “esa etiqueta” tiene multitud de símbolos que pueden resultar confusos, y ahí es donde reside la labor de los profesionales especializados en AMM, en ayudarte a leer tu etiqueta y transmitirte de forma sencilla el mensaje y pasos a seguir.
Nuestro cuerpo sería como un vestido de alta costura, con un diseño único e irrepetible, tomar consciencia de ello, así como de que merece un cuidado personalizado y exquisito, es el primer paso hacia una longevidad-envejecimiento saludable.